Hace unos meses, tan solo días después del eclipse total de Sol observado en el norte de nuestro país, fuimos testigos de la inusual observación de auroras boreales también en el norte de México.
Estas luces espectaculares en el cielo, las auroras boreales (hemisferio norte) y australes (hemisferio sur), son el resultado de electrones que, a muy alta velocidad, interactúan con la atmósfera de la Tierra. El origen de dichos electrones es el Sol. Como producto de su actividad normal, la estrella expulsa diferentes tipos de partículas a diferentes velocidades de su superficie, conformando lo que conocemos como viento solar. Este viento solar viaja por el espacio y eventualmente llega a la Tierra a velocidades de hasta 750 km/s. Esta es una velocidad altísima, para que nos demos una idea, los cohetes para salir de la Tierra tienen una velocidad de ~11 km/s y en el aire, la velocidad del sonido es poco mayor que 300 km/s.
Cuando los electrones del viento solar llegan a la Tierra, encuentran al campo magnético del planeta el cuál, funge como un escudo que impide que éstos alcancen si quiera la atmósfera terrestre. Sin embargo, si bien los electrones no pueden atravesar el campo magnético, sí pueden viajar siguiendo las líneas de éste hacia los polos. Es por ahí, por los polos, por donde los electrones sí pueden llegar a la atmósfera terrestre interactuando, propiamente “golpeando”, a los átomos y moléculas que componen a la atmósfera (78% nitrógeno y 21% oxígeno). Cuando estas partículas son golpeadas por los electrones, se excitan, es decir, aumentan su energía. Naturalmente, tanto los átomos como moléculas tienen a estar en su estado de mínima energía así que, se liberan de la energía sobrante emitiendo luz.
Cuando los electrones de más alta velocidad interactúan el oxígeno de la atmósfera, al des excitarse éste, producen luces de colores verde-amarillentas (la más común en las auroras boreales) y, cuando los electrones que chocan son de baja velocidad, el oxígeno se des excita emitiendo luz de color roja. Por otro lado, cuando los electrones chocan con el nitrógeno, éste se des excita emitiendo luz de color azul y cuando estos colores, verde, amarillo, rojo y azul, se combinan, se pueden ver colores morados, rosas y hasta blancos.
Si bien, por su propia naturaleza las auroras son impredecibles, sí hay condiciones que favorecen su presencia y observación. Por un lado, el Sol tiene un ciclo de actividad en el que, periódicamente, en algunos años emite más viento solar que en otros, así pues, las auras son más frecuentes e intensas cuando el Sol está en su máximo de actividad. Por otro lado, buenas condiciones de obscuridad favorecen su observación, así como el estar cerca de los polos. Por lo tanto, lugares fuera de la luz de las ciudades, en las noches largas del invierno (extendiéndose incluso hasta a los meses de agosto a marzo) y sin luna llena en países como Noruega, Finlandia, Islandia, Canadá o Alaska son las condiciones que favorecen la observación de las auroras.
En 2024 y 2025 estamos en un máximo de actividad solar, por lo que las auroras son más frecuentes y algunas veces, cuando hay grandes tormentas solares (erupciones de material solar), la cantidad de electrones que llega a la Tierra es tan grande que podemos presenciar estos espectaculares fenómenos en primavera y lejos de los polos, como el pasado 10 de mayo en México. Si tienes la oportunidad ¡no te pierdas de estos maravillosos espectáculos!