Una caminata que casi termina en tragedia

Cosmonauta Alexei Leonov

Nahiely Flores Fajardo

Instituto de Matemáticas, UNAM / Noche de las Estrellas

nahieflores@gmail.com

¿Recuerdan la caricatura de Los Supersónicos? Esa icónica serie que, en plena carrera espacial, nos hizo soñar con una vida cotidiana en el espacio. A lo mejor son muy jóvenes y no han visto la serie, pero era la vida de una familia en el año 2062, que vivía en un edificio suspendido en el aire con una asistente doméstica robot, que se comunicaba con videollamadas, hacía ejercicio viendo videos en pantallas planas y hacía viajes a la Luna y otros planetas … Hoy, varias de esas cosas son parte de nuestra vida cotidiana, en 1962 ¡todo eso no era más que un sueño!, pero que empezaba a parecer no tan lejano.

Tres años después del estreno de la serie, a pesar de las nevadas y el viento, a las 10 de la mañana (hora local) del 18 de marzo de 1965, despegaba con éxito un cohete desde el cosmódromo de Baikonur. Su misión era poner en órbita alrededor de la Tierra a la cápsula Voskhod 2 con dos cosmonautas a bordo: el comandante y piloto de la misión, Pavel Belyayev de 39 años y el encargado de hacer la primera caminata espacial, Alexei Leonov de 30 años. El despegue transcurrió con normalidad y una vez en órbita, los cosmonautas se dieron a la tarea de hacer los preparativos para que Leonov saliera de la nave.

Lo primero era desplegar e inflar un tubo de tela que se encontraba doblado afuera de la cápsula conectado a ella mediante una escotilla. Este tubo, al final tenía otra escotilla, a modo de puerta, que daba hacia el espacio exterior: era el lugar que serviría como esclusa para que Leonov pudiera salir al espacio vacío sin tener que despresurizar toda la cápsula donde estaba su compañero. Leonov, ya traía puesto el traje especialmente diseñado para salir al vacío del espacio exterior, sólo faltaba ponerle la mochila de soporte vital (el aire que respiraría y que además mantendría la presión dentro de su traje mientras estuviera fuera). Balyayev le ayudó y tras decirle que no hiciera nada especial afuera, sólo que saliera y entrara, cerró la escotilla dejando a Leonov flotando en el túnel listo para salir al espacio exterior mientras él regresaba a tomar los controles de la cápsula. Leonov revisó que el cordón de cinco metros que estaba adherido a su traje estuviera bien anclado a la cápsula, así estaría seguro de poder regresar al túnel después de su misión. A las 11:34 h (tiempo de Moscú), Leonov abrió la escotilla y, según él relató después, salió como corcho del túnel.

Flotando en el espacio, mientras la cápsula empezaba su segunda órbita, Leonov observó la Tierra, vio por completo Europa y que había estrellas en todo alrededor. Pensó “la Tierra en verdad es redonda”, no sabía qué era “arriba” o “abajo”, su única referencia era ese tubo de tela por el que había salido. Después de diez minutos de estar flotando en el espacio, jalándose del cordón que lo ataba a la cápsula, Leonov se acercó nuevamente a la escotilla para ingresar, pero ¡no cabía! Debido a la diferencia de presión entre el interior y el exterior de su traje, éste se había inflado demasiado y no permitía que pasara por los, tan solo, 70 centímetros de diámetro de la escotilla. ¡Tenía que pensar rápido!, no tenía tiempo de pedir opinión al centro de control en Tierra, solo quedaban 5 minutos antes de llegar al lado de noche de la Tierra y quedar en completa obscuridad. Conocía bien el traje, lo había probado varias veces, sabía que la única opción que tenía era la de desinflar el traje dejando escapar oxígeno. Esto implicaba someter su cuerpo a una baja presión, lo cual era muy peligroso, en especial para su corazón y cerebro. Sin otra opción, dejó escapar aire desinflando el traje hasta el límite seguro, pero no fue suficiente, ¡seguía sin poder entrar! Tenía que desinflarlo aún más, aunque fuera peligroso, si no lograba entrar, de todas maneras, moriría. El esfuerzo físico también era mucho, su temperatura corporal subió tanto que el sudor escurría dentro de su traje. Jalándose con sus brazos logró entrar al túnel, pero tenía que voltearse para poder cerrar la escotilla que dejaba el espacio vacío tras él. Con su 1.90 m de altura, le fue muy difícil voltearse en un lugar tan reducido, cerró la escotilla y el túnel se infló nuevamente. Se abrió la escotilla de la cápsula y entró, ¡su corazón latía a 190 pulsaciones por minuto! Mientras trataba de recuperarse, Balyayev intentaba cerrar la escotilla, pero ya no volvió a cerrar bien, provocando una pequeña fuga de aire en la cabina. ¡Empezaba el reto del reingreso!

Ya habían hecho historia y aún quedaban más de 14 vueltas por dar a la Tierra … eso ya será materia de otro artículo. Que baste ahora con saber que, aunque la pasaron mal, fueron rescatados sanos y salvos al día siguiente de su reingreso en un inhóspito bosque con temperaturas por debajo de los 25 grados bajo cero.

Una década después, en julio de 1975, Alekséi Leónov comandaría la cápsula rusa en otra misión icónica: la misión Apollo-Soyuz. En ella, una cápsula soviética y una estadounidense se acoplarían en el espacio para que, cosmonautas y astronautas, se dieran la mano y convivieran en el espacio. Se dio así, el inicio de una era de contribución internacional en la exploración espacial. El 12 se septiembre del año pasado, la misión Pollaris Dawn de la compañía Space X, realizó la primera caminata espacial privada con una tecnología completamente diferente de la utilizada hace 60 años.

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